“Life-altering” (cambia-vidas). Ese era uno de los lemas de los videos promocionales de la premiere de Anatomía de Grey y al leerlo uno automáticamente pensaba en Meredith y Cristina. Las hermanas siniestras (¡qué lejos quedan aquellos tiempos!) estaban llamadas a ser las grandes protagonistas de la premiere y, aunque así ha sido, era de esperar que el cambio en sus vidas fuera algo más radical. Otros personajes, en cambio, si han visto su presente y futuro inmediato algo más trastocados y es aquí donde radica parte del encanto del pack Free Falling y She’s Gone. El hecho de que la premiere haya sido más coral de lo que se preveía es un punto a su favor y, a pesar de que tiene algunas flaquezas, consigue aprobar holgadamente. ¿Te vienes a comentarla?
Flaquezas. Sí, quizá me hubiera gustado que la premiere fuera tan arriesgada como la del pasado año, que el despido de Meredith fuera hasta sus últimas consecuencias o que los problemas de Owen y Cristina tardaran algo más en solucionarse. Quizá hubiera sido más inteligente no crear la enésima catástrofe en Seattle para dar una emoción impostada a dos capítulos que podrían haber gozado de tanta o más intensidad sin ella. Con todas las tramas abiertas que traíamos de la séptima finale, ¿era realmente necesario? Aún con todo, la función que el socavón cumple en el episodio está más que clara. Por un lado el matrimonio Wilson sirve para que Owen se dé cuenta de que está siendo injusto con Cristina, el pequeño Nicky y su padre nos ayudan a calcular cuán destrozado está Derek y a apreciar la calidad profesional y humana de Álex Karev y, por último, la catástrofe hace que April Kepner tenga un desastroso primer día como jefa de residentes. Como estrategia narrativa no está mal: entretiene y simplifica las cosas al espectador, pero no deja de ser una estrategia facilona.
Socavones a parte, la premiere ha tenido grandes tramas y dibuja las líneas maestras de la octava temporada. Estamos en el quinto y último año de residencia de los doctores, en el momento decisivo de su carrera. Un año que no empieza con buen pie para April que deberá ir ganándose poco a poco el respeto de sus compañeros. Kepner es un personaje que no me enamora pero es cierto que se gana la simpatía del espectador cuando muestra su faceta de perdedora. De momento, April lo ha hecho todo mal y no ha encontrado más que el apoyo de Jackson al final de She’s Gone. La falta de actualización de la pizarra y la confusión de pacientes ha sido lo mejor que la Dra. Kepner nos ha dejado en esta premiere. La escena que comparte con una Miranda Bailey tan enfadada que no puede articular palabra ha sido francamente divertida. ¿Quién no ha sentido compasión por April al intuir la que se le venía encima?
Es precisamente este enfado el que nos lleva a otra de las tramas con gracia del episodio: la de “hacer un Gunther“. Tengo debilidad por las estrategias poco ortodoxas que, de vez en cuando, los attendigs se sacan de la manga para solucionar los problemas de comunicación de los residentes. Por eso cuando he oído a Miranda Bailey decir “necesitamos un Gunther” los ojos me han hecho chirivitas. De acuerdo, no es una trama brillantísima, ni determinante, pero ha resultado entretenida y divertida: apuestas entre los cirujanos por ver quién sería finalmente el Gunther, la excitación de los residentes por operar sin ninguna otra guía que sus conocimientos y los de sus compañeros y ¡hasta un intento de asesinato! Vale, es algo exagerado decirlo así, pero con las ganas que le tenía Cristina a Alex hubiera sido un plan perfecto para acabar con él, ¿o no?. La adrenalina le juega una mala pasada a la Dra. Yang e inyecta la epinefrina del paciente en la mano de Karev. Por suerte, no hay que lamentar la muerte de nadie y el error de Cristina hace expiar las culpas de Karev, ¿cómo va Yang a echarle nada en cara cuando casi lo mata? El incidente, además, saca a la luz un problema subyacente en el corazón de Karev. Probablemente oiremos hablar de él en los próximos episodios.
Siguiendo con Cristina, ha estado espléndida como de costumbre. En lo profesional, la Dra. Yang ha visto como el cambio de estado civil de su mentora, Teddy Altman, afecta a su aprendizaje. Teddy está feliz, tanto que no tiene problemas en reconocer el extraordinario talento de Cristina pero le preocupa que, a causa de él, no haya asimilado los “básicos de la medicina”. Esta vuelta a los orígenes molesta sobremanera a Yang y aquí estará la clave en cuanto la relación Altman-Yang. Los minutos finales del episodio, después del incidente con Karev, evidencian que la estrategia de Teddy sí surte efecto porque Cristina asume su error casi sin rechistar y eso, amigos, es algo inédito en la Dra. Yang. En lo personal, las cosas están algo más complicadas. Cristina no ha sido capaz de practicarse el aborto aún y Meredith parece ser la única persona con la que puede contar. Ya dije en la review de la pasada finale que la actitud de Owen me parecía de lo más egoísta y las cosas no han cambiado: Owen sigue negándose incluso a hablar de ello. En medio de esta situación, el elocuente discurso de Meredith ha hecho que tuviera ganas de levantarme y aplaudir. Ella fue criada por una Cristina y ya veis cómo le ha ido. La relación con su madre le ha causado innumerables problemas y algo parecido le pasaría al futuro hijo de Yang y Owen si llegaran a tenerlo.
La reprimenda de Grey y la situación del matrimonio Wilson en el sumidero hacen reaccionar a Owen que se reencuentra con su mujer en una escena en la que Sandra Oh vuelve a demostrarnos porqué el personaje de Cristina Yang es absolutamente imprescindible en esta serie: compasión, tristeza, rabia contenida y mucho amor en una escena sin apenas diálogo que culmina con Owen sosteniendo la mano de Cristina en la consulta del ginecólogo. No habrá un bebé Hunt, esperemos que Owen sea capaz de olvidarlo y hacer como que nunca a sucedido.
Ocupémonos ahora de la gran protagonista, Meredith Grey ¿Por dónde empezar? No sé si es que Meredith se perdió la clase en la que hablaban de la diferencia entre obrar bien y obrar mal o es que, directamente, ha decidido ignorarla. La situación de Mer no es fácil: despedida, abandonada por su marido y, prácticamente, madre soltera. Algo así vuelve loco a cualquiera pero… ¿huir con la niña? Seriously? Cualquiera pensaría que algo así sólo podía acabar mal, cualquiera menos ella, claro. Menos mal que Cristina tiene un plan y mata dos pájaros de un tiro: calma los ánimos de Janet y reconcilia a Álex Karev con el mundo… ¡Ah! Y consigue cambiar, aunque sea de forma sutil, la actitud de Derek que, por primera vez, se pone del lado de su mujer y, lo más importante, de su hija.
Al final, Janet se lleva a la pequeña Zola. La buena noticia es que es algo temporal pero si Derek y Meredith quieren recuperarla tendrán que estar algo más abiertos al diálogo, sobre todo él. Creo que es en esta lucha conjunta en la que se centrarán las tramas del matrimonio de ahora en adelante. La otra buena noticia es que Meredith recupera su trabajo al final de la premiere y eso nos lleva a hablar de quien, en mi opinión, ha sido la gran revelación de los episodios: Richard Webber.
La trama del Jefe me ha ganado por completo. En el primer episodio no dejaba de asombrarme la intensidad con la que Richard trataba de buscarle un nuevo trabajo a Meredith. Llega incluso a pedirle una carta de recomendación a Miranda Bailey ¡a Miranda Bailey! La persona que menos tolera la insubordinación y la irresponsabilidad en el Seattle Grace. La defensa a ultranza que el Jefe hace de la residente, ante Miranda y ante el mundo, es conmovedora. Generosidad es la palabra clave en este caso. Richard es tremendamente generoso con Meredith al inmolarse para salvarla. Lo es, también, con Miranda al cederle el control del ensayo clínico que puede curar la diabetes y lo es, por último, con Adele, la gran damnificada por las pasiones de Richard: Ellis Grey, la cirugía y el Seattle Grace. La escena final de Richard saliendo del hospital, llamando a su mujer y diciéndole que sí, que es verdad, que esta noche cenará con ella, es deliciosa. La expresión de tranquilidad de su rostro nos muestra la satisfacción que debe sentir al saber que ha hecho lo mejor para todos, incluso para él mismo. Espero, no obstante, que veamos al Jefe de nuevo en pantalla. En el hospital, la duda ahora es: ¿quién va a sustituirlo? ¡Hagan sus apuestas!